martes, 28 de junio de 2016

Reseña: Latidos


| Javier Ruescas y Francesc Miralles | Editorial SM | 220 páginas | 9,95€ |
Remo acaba de cruzarse con Carol en el aeropuerto. ¿Lo bueno? Han conectado. ¿Lo malo? Remo va de camino a Los Ángeles para tomarse un año sabático mientras que Carol viaja a Japón para vivir con su padre. ¿Qué puede pasar entre dos desconocidos que están en la otra punta del mundo? ¿Qué pueden saber el uno del otro por las fotos que cuelgan en HeartPic o las entradas que escriben en BlogBits? ¿Y por qué cada vez que reciben un mensaje en HeartBits su corazón parece dejar de latir?
Con esta novela, segunda parte de la serie Pulsaciones pero independiente a su predecesora y de nuevo escrita a cuatro manos, los autores vuelven a sorprendernos con su destreza para escribir novelas sencillas y frescas y no por ello menos extraordinarias.

Ahora la historia ha cambiado, son otros personajes los que nos atrapan con su romance imposible, esta vez desde partes del mundo muy diferentes. Destino o casualidad, sus vidas han quedado unidas: para siempre o no, ya se verá.

Aunque hay algo que no ha cambiado, y es el hecho de la forma en que todo está contado, de nuevo a través de mensajes, y esta vez con el añadido de color en las páginas, fotos y hasta entradas de blog. Los autores han querido llegar aún más lejos con la edición, y el resultado ha sido un gran trabajo que no tiene pérdida.

Se trata de una novela inusual, lejos de parecerse a cualquier otra, fresca y divertida, perfecta para una lectura ágil entre tocho y tocho, y que sin duda devorarás en no más de unas horas.

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lunes, 27 de junio de 2016

Érase en este preciso instante

Érase en este preciso momento,
una montaña rusa que sube cada vez más. 

Sube tan alto,
que hasta las estrellas te sorprenden de nuevo, 
que tu ánimo está a tope, 
un momento de felicidad pura que nada lo puede impedir.

Un momento tan alegre que cuando el vagón baje, 
eres igual de feliz.
Por mucha altura que haya,
no miras hacia abajo; sino alrededor. 

Unas vistas al mundo, a las estrellas...
¡Oh, qué vistas!

Paso paso,
metro a metro, bajando.

Pero te da igual la bajada rápida,
porque la belleza de alrededor te atrapa y te enreda;
porque puedes ver más cosas que lo marchito;
porque no siempre la bajada tiene que ser recta y simple. 

Sábanas de febrero y besos de viernes 12

Hay una frase de una canción indie, sí, una de esas que me gustan tanto y que tú odias pero que sin embargo siempre pones cuando estamos juntos, que dice algo así como "nuestro amor fue hecho para las pantallas de cine". Y créeme si te digo que en mi mente somos película de culto. 

Páginas y páginas en blanco hablándote sin hablarte, y esta vez sólo hicieron falta tres palabras y dos signos de interrogación:"¿A qué hora?". "Ahora mismo". Para la complejidad del ser humano, a veces resultamos inhumanamente sencillos. 

Sábanas de febrero y besos de viernes 12. Tú y yo, enredados el uno con el otro: nuestros cuerpos; nuestros labios. Así comenzaban nuestros fines de semana: en tu casa, sedientos el uno del otro, por una vez soltándonos de cuerdas y cadenas, saboreando nuestro pequeño e inmenso momento. Hace tiempo que perdí la cuenta de los días y todavía sigo sin saber cómo describir la sensación de que me abraces.  

Pusimos The Magnetic Fields y dejamos que la música se colara entre nosotros."Nothing matters when we're dancing", te cantaba mientras intentaba que no fuera demasiado evidente que no me sabía la letra con sonidos y palabras sueltas. Me gusta suicidarme musicalmente: ya sabes, relacionar canciones contigo. La cleptomanía de recuerdos debería estar penada con cadena perpetua. 

Creamos universos paralelos, alcanzamos la velocidad de la luz y dibujamos constelaciones, uniendo los puntos de tu espalda en líneas semirectas: y digo semiporque no parabas de moverte.  

Y en ese momento nos sentimos más arte que nunca, porque cogiste lo efímero y lo transformaste en eterno en forma de fotografía. En mi lista de primeras veces, tu nombre figura en el apartado de "ser vista a través de un objetivo con los ojos de un loco", porque siento darte esta terrible noticia, pero estamos locos el uno por el otro; porque esa forma de mirarme que tienes me llevó a la demencia. Desde entonces vivo enamorada de esas fotografías. Dementemente enamorada. 

Y llegar tarde siempre por entretenernos entre besos. Entre besos y abrazos, y caricias, y sonrisas...

Podría contar con los dedos de las manos las ocasiones en las que me puedo permitir dejarme llevar por la impulsividad, pero admito que esta vez lo hice. Mientras me acompañabas devuelta a la realidad, nos cogimos de la mano y corrimos cuesta abajo sin pensar en los límites de velocidad o en los límites de la cordura. "Míralos, pobres ingenuos, son felices", habrían dicho muchos. Pero seguimos corriendo, juntos de la mano, para sentirnos libres aunque sea a pequeñas dosis, quedando exhaustos sin quedar exhaustos el uno del otro. Son nuestras respiraciones entrecortadas las que me quitan el aire.

La teoría del caos entre planetas

Por volverse locos, hasta la meteorología había notado nuestro aleteo. Nuestro propia teoría del caos de los planetas. 18ºC y sólo un fino jersey. Más que diciembre aquello parecía el festival de distorsionar las estaciones. Pero bueno, a nosotros siempre nos sobra la ropa.
Teníamos la playa para nosotros solos, el mundo, pero preferimos conformarnos con un par de pancakes, tú Colacao y yo café, en la mítica cafetería del pueblo recién reformada de aires vintage. Lo siento, soy una sofisticada sin remedio. 16 de diciembre y tú mirándome como sólo se mira un cuadro de Van Gogh.

Pero hay una parte de la historia que nunca te he contado; ya sabes, tengo que aprender a canalizar mis sentimientos y emociones. Y es que yo ya había estado allí, en ese mismo lugar, solo que dos meses menos un día antes. Y aunque estabas ausente, fuiste el motivo por el que mis mejillas se tiñeran de rosa. Mis malditas mejillas siempre delatándome. 

Invadiste mis sueños y pesadillas, aplastaste mis ánimos y saturaste mi mente, y nunca te lo perdonaré. Necesitaba terapia, pero no cualquier terapia, sino terapia de chicas, así que allí vino ella al rescate para salvarme de la mierda en la que me habías hundido. 

Nos sentamos en la esquina más alejada, porque ya sabes, tenemos predilección por las esquinas; yo me quedé con el banco acolchado de la pared y ella se conformó con la silla. A veces debería plantearme lo de ser mejor persona. Y pedimos un par depancakes cada una, ella un batido de chocolate y yo otro café, porque ser sofisticada es muy duro. Nos reímos por las mayores tonterías que hayan pisado este mundo e intenté posponer el momento hasta que ya no pude más. Ella me miró con ojos de "confiesa maldita" y mi escudo de fortaleza se vino abajo. A veces creo que debería mejorar mi sistema de defensa propia.

Y a la muy canalla se le iluminaron los ojos de entusiasmo cuando se lo solté todo. Era la primera vez que aquellas palabras salían por mi boca; la primera vez que fui consciente de los huracanes que provocas en mi estómago. Pero mi tortura no fue suficiente. Me sentí culpable por aceptar que mis sentimientos eran reales; me sentí mal por aceptar que yo también soy humana.

Y en alguno de esos momentos, te hiciste real. Después de vomitar aquellas palabras, tenías sonido y forma. Y qué sonido y forma tenías. Maldita sea. Y sí, admito que, en contra de mi voluntad, comencé a imaginarme este momento; pero mierda, me echaba a temblar cada vez que pensaba en ti y en la maldita explosión que produces en mi interior. 

Aquella tarde en la que tú y yo compartimos pancakes había salido a hacer fotos del atardecer en la playa. Se suponía que debía estar en otro sitio intentando ser una persona de provecho, pero allí me encontraba, tirada en la arena, cámara en mano, mientras los últimos rayos de luz terminaban de disiparse. Digamos que terminé con un buen arsenal de material fotográfico; sin embargo, la que más me gusta de todas, mi favorita, es la que más tarde te hice con la cámara de mierda de mi móvil mientras, en la barra de la cafetería, pagabas por mí. 

Así que supongo que es verdad eso de que el mundo está conectado. Casualmente, 77 días antes de este encuentro, estaba en aquel mismo lugar, tomando lo mismo, y tú en mi cabeza con forma de tormenta tropical. Sin embargo, esta vez era tú el que estaba enfrente mía, y te diré que nuestros cuerpos gritaban al compás de los seísmos de nuestros latidos. Supongo que me gusta identificarte con desastres naturales; será que es así como me haces sentir.



Queridos Reyes Magos

Queridos Reyes Magos:


Ya sé que últimamente hemos perdido el contacto y que resultaría una insolencia por mi parte que, después de tanto tiempo, volviera a vosotros solo para mi propio interés, pero, si me lo permitís o incluso si no, me voy a tomar la libertad de hacerlo. Seamos políticamente incorrectos por una vez. 

Han pasado ya siete años desde que nos escribimos por última vez. Siete largos años. Ni os imagináis cuánto ha cambiado todo. Ahora, en mis cumpleaños, la tarta lleva siete velas más, mis preocupaciones han pasado de "con qué juguete jugaré hoy" a "con cual de mis emociones jugarán hoy", he sustituido maquillar a las muñecas por maquillar mis sentimientos, he aprendido a dibujar sin salirme de las líneas y que lo importante de competir no es participar, que las personas vienen y van y vuelven a venir, que hay lugares que se siente como un hogar incluso aunque nunca los hayas pisado, que hay quien no merece la pena y quien merece la infinidad, que no eliges a quien amar ni quien te ama te elige a ti, que las emociones fuertes son las que marcan la diferencia, que la vida no es una suma de casualidades, sino el resultado de tus propias decisiones. 

Ahora vivo en mi propio planeta porque me cansé de un mundo donde todo tiene fecha de caducidad. Más concretamente, ahora vivo en el país más pequeño que jamás exista, aquel que termina donde lo hacen mis pies. Me mudé porque aquí vivir, soñar, amar, sentir y sobretodo, ser feliz, se consideran verbos de necesidad básica. 

Os escribo para pediros que no dejéis que nada ni nadie se vuelva a llevar mi ilusión. Nunca más. Sí, esa misma ilusión con la que cada 5 de enero os esperaba impaciente desde la profundidad de mis sueños mientras un nuevo día asomaba cargado de regalos bajo el árbol que pronto daría en desuso y dejarían de tener todo el valor que alguna vez les pude dar. 

A vosotros, que sois magos, os pido un poco de vuestra magia que me haga volver a creer en las hadas y en los monstruos que habitan bajo la cama. También os pido un poco de magia para volver a creer en la humanidad, corrompida por muertos vivientes, criaturas de la oscuridad y demás seres que se alimentan de toda energía positiva. A ellos, llevadle un poco de todo lo que yo he sido capa de encontrar. A mí, la tranquilidad de saber que aún quedan formas de arreglar este desastre llamado Tierra. 




                                       
 Atentamente, 
una ciudadana de su propio planeta. 

O fallarnos

Componer versos
o comernos a besos.

Tocarnos
o tocarnos el alma.

Follarnos
o fallarnos.

Romper

Rompemos relaciones,
amistades,
corazones.

Rompemos el hielo,
los esquemas,
los estereotipos, 
las barreras.

Rompemos a reír,
a llorar,
la barrera del sonido,
la del silencio.

En el parque de atracciones

En el parque de atracciones,
el tiovivo dejó de bailar
porque los niños se convirtieron en papel.

En el parque de atracciones,
la noria dejó de rodar
porque se dio cuenta de que no valía la pena,
si su trayectoria siempre iba a ser igual.

En el parque de atracciones,
yo dejé de creer
porque todos me decían que así debía de ser.

Espacial

No hay colisión, ni ley, ni gravedad
que nos pueda hacer caer.
Hagamos una carrera por la luna;
no te quedes atrás.

Somos astronautas sin traje espacial,
cada uno a su manera especial.
Cohetes a la deriva
atraídos por agujeros negros.

Apaga el GPS,
el detector de obstáculos,
la radio, 
los motores,
el sentido común. 

Buzos

Incendios de nieve sobre nuestra piel.
200 metros de profundidad.

Descendemos,
pero mira qué quietos nos quedamos.

240 metros.
Tú, traje de neopreno y bombona de butano.
Inspirar, expirar.

Quiéreme bajito

Crack crack
Luego un escalofrío, y por último, brisa.
Huracán, terremoto.

Puntos negros.

Colisionamos como el mar en las rocas.
Tú tan azul Neptuno; yo tan marrón Venus.
Tsunami, erupción.

Sólo te pido que me quieras bajito.

jueves, 9 de junio de 2016

Camino de migas

Que los lugares no son lugares, sino personas;
y las canciones, instantes.
El rastro que dejamos a nuestra mente para volver a ellos.
Nuestro propio camino de migas.

sábado, 4 de junio de 2016

Reseña: Cómo se hace una chica


Cómo se hace una chica (How to build a girl). Escrito por Caitlin Moran.

La vida de Johanna toma un rumbo drástico cuando abandona, de la noche a la mañana, la que fue su infancia para convertirse en una adulta descarada y desvergonzada. Deja atrás los juegos de niños, sustituyéndolos por los de adultos; Wolverhampton por Londres; el instituto por su primera vez en el mundo laboral como crítica en una revista musical.

En una atmósfera en la que no faltan el sexo y la cerveza, la adolescente tendrá que fabricarse su identidad adulta. Y entonces crea a Dolly Wilde; su álter ego que ocultará quién está realmente debajo, sin darse cuenta de que puede quedar engullida por un personaje que se escapa de su control. 

Debajo del cinismo y la búsqueda de nuevas experiencias de Dolly Wilde, se ocultan miedos e inseguridades, restos de aquella chica de Wolverhampton vulnerable. Construye, destruye, y vuelve a construirse a sí misma. Esos pasos conseguirán llevarla a quererse a sí misma.  
Creo en la música, en la ginebra, en la felicidad, en hablar demasiado y en la bondad humana. Tengo unas cicatrices de advertencia en los brazos, y toda una pared en blanco para llenar con caras y palabras. Todavía quiero cambiar el mundo, de alguna forma, y todavía tengo que hacer famoso a mi padre. He comido droga en un pañuelo de papel, follado con un pene desaconsejable desde el punto de vista médico, desconcertado a los Smashing Pumpkins, desmontado un trío con una cita de Blade Runner, y he intentado besar a mi héroe mientras unos gibones me cantaban una serenata. Y como en las mejores aventuras caballerescas, todo eso lo hice por una chica: por mí. 

Se trata de una novela repleta de guiños a la cultura de los 90s en Londres, crítica social y reivindicación al movimiento obrero durante el gobierno de Margaret Thatcher.
© the blue chaos
Maira Gall