Lo intento,
a pesar de mí.
Unas veces más,
y otras calada hasta los huesos.
Pero salgo adelante,
o eso creo.
Porque aún sigo viva,
o al menos sobrevivo.
Y es que no hay peor tormenta
que la que se cuece en mis entrañas
y se sirve como almuerzo
para los monstruos que me habitan.
Ayer no salí de la cama.
Hoy tal vez entienda un poco mejor la meteorología.