miércoles, 8 de marzo de 2017

Tragicomedia

Despegó el cohete únicamente con nosotros a bordo, dirigiéndonos hacia el vacío y saturado espacio interior. Dos astronautas hacia un satélite desolado y virgen en el que ningún país antes había dejado su bandera. Fue fácil el llegar, lo difícil fue defender nuestra fortaleza de cristal.

Dejé mi huella sobre la arena gris y el polvo estalló por los aires en la gravedad cero. Me costaba moverme, mis articulaciones aún no habían asimilado que aquí, las reglas de la naturaleza diferían. Nuestras manos, soldadas a fuego lento, desafiando todas las leyes de la física y de lo físico, empujaban nuestros cuerpos inertes en un mar de incertidumbre y angustia. Teníamos una misión clara y concisa mandada desde el planeta Tierra: debíamos mantener los pies sobre el suelo.

Sin embargo, factores como la ingravidez, las idas y venidas, las tormentas, unas veces de cal y otras de arena, los te quiero pero no puedo, los cráteres del día a día, la oscuridad de la cara oculta, las pérdidas de conexión con la estación central o dejarnos llevar, dificultaron finalmente la labor de completar nuestro cometido con éxito.

Sí, naufragamos. Nos hundimos en nuestro propio barro. Nos estrellamos, nos quebramos y nos desmoronamos. Nos convertimos en los desechos que nunca quisimos ser. Quemados, abrasados, calcinados y carbonizados. Reducidos a polvo por el afilado hielo con el que acostumbrábamos a protegernos de los peligros que acechaban en aquel inhóspito lugar, encontrando en él un refugio al que aferrarnos. Rotos, destrozados y despedazados.

No obstante, nunca fracasamos. Aprendimos a flotar, a recomponernos, a reconstruirnos. A volver a ser y no ser. A resurgir de las cenizas y a solidificarnos. A saber que nuestros caminos nunca volverían a ir de la mano, y que sin embargo en algún momento tenían que haberse cruzado para caer en el error.

Acierto y error. Tropezarse con la misma piedra y volver a levantarse. Reconocer que me equivoqué y que te equivocaste. Tú y yo. Cada cual más infinito, cada cual más caótico. Ambas caras de la Luna. Polos opuestos de un mismo iceberg. Compañeros de travesía en un transatlántico con final trágico.

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Maira Gall