He conocido a alguien.
Es diferente.
Sus acordes... bueno, tienen otro tono.
¿Sus cuerdas?
Tocan la canción más bonita del mundo.
Esa que te recorre por todo el cuerpo,
acariciándote los surcos de la piel
como el viento acaricia las espigas.
Esta vez no voy a ahogar ese sonido que me llama.
Creo que quiero seguir escuchando.
Me gusta cómo suena.
Me devuelve a casa.
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